Veamos lo que Norma Matteucci nos dice, al respecto:
“Ensayo y ensayista exigen un lector
inconformista, capaz de inferir y relacionar lo que lee con otros textos, para
enriquecerlo y enriquecerse, es decir, un lector activo, que pueda establecer
inferencias entre diversas lecturas.
Así el ensayo es un género escrito
subjetivo, dialógico, conjetural y heurístico, en el que se “ensayan”
respuestas a la cuestión planteada.
Como
carece de certezas, el ensayista busca, indaga, polemiza, no sólo con
escritos anteriores, sino, también, consigo mismo. Y en ese camino de
“ensayos”, de avances y retrocesos, requiere la compañía del lector, con quien
dialoga y con quien comparte la senda interpretativa, para que éste complete la
interpretación del mundo que ofrece.
El ensayo
esboza, conjetura, transgrede, explora, interroga, denuncia, disiente,
interpreta libremente, pero nunca
transmite saberes u ofrece certezas.
Aunque es casi imposible definir el ensayo
-precisamente por su característica de hibridez-, nos aventuramos a “ensayar”
una caracterización, sosteniendo que:
§ es un
género literario abierto y heterogéneo,
§ que
combina la exposición y la argumentación sin comprobación,
§ que
postula una intención comunicativa y dialogante,
§ desde
una posición subjetiva, interpretativa y heurística del ensayista,
§ quien
ofrece -e intenta compartir- una mirada sobre el mundo (Mattteucci, 2008)
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