viernes, 13 de diciembre de 2019

Comprensión lectora


Para comprender un texto, el lector tiene que interactuar con él desplegando una gran actividad cognitiva. Es decir, para entender lo que lee, un lector experimentado “actúa” sobre el texto: se encamina al texto con preguntas que guían su lectura, ajusta su modalidad de lectura al propósito que persigue, relaciona la información del texto con sus conocimientos  previos, realiza inferencias (extrae conclusiones que no están presentes en el texto mismo), formula hipótesis y las pone a prueba, está atento para ver qué entiende y qué no, decide volver a leer ciertas partes para aclarar sus dudas, comparte con otros lectores sus interpretaciones, comenta sobre lo leído, etc.
   En situaciones de lectura, cuando no están condicionadas por la evaluación, el lector elige el texto que va a leer porque tiene un propósito definido, propósito que es el motivo que lo lleva  a la lectura (esparcimiento, búsqueda de cierta información, comunicación con otra persona que no está presente, etc.).
   Para hacer esa elección, el lector ha realizado anticipaciones o hipótesis acerca del contenido del texto (supone que el texto elegido le va a servir para su propósito de lectura: que va a encontrar la información que busca o que va a entretenerse con su lectura, etc.). A partir de entonces, y mientras va leyendo, continúa formulando nuevas anticipaciones de distinto alcance, que verificará o no, mientras avanza en la lectura. Estas anticipaciones son conjeturas o suposiciones acerca del significado de lo que dice el texto y acerca de otros aspectos del mismo. Si la hipótesis que elabora el lector no concuerda con lo que él mismo encuentra al seguir leyendo, la hipótesis es reformulada y nuevamente puesta a prueba. Es decir, el lector formula hipótesis y busca indicios en el texto para verificarlas o rechazarlas. Las anticipaciones  que realiza el lector se basan en sus conocimientos previos (conocimientos sobre el tema, sobre el mundo en general, sobre la lengua y sobre los distintos tipos de textos). Es decir, a lo largo de todo este proceso de lectura, el lector necesita relacionar lo que dice el texto con lo que él ya sabe; y esto sólo ocurre  cuando dispone de algunos conocimientos sobre el tema y cuando se involucra en su propio proceso de comprensión porque tiene algún propósito personal que lo justifica.
   Según el propósito de lectura y de acuerdo con las anticipaciones que realiza, el lector efectúa una lectura más o menos selectiva: decide qué partes del texto lee. No siempre necesita leer todo. También decide el orden de su lectura: puede empezar por la contratapa de una novela, donde encontrar datos sobre el autor; puede comenzar por explorar el índice de un libro de consulta para ver si se trata del tema que busca; puede iniciar su lectura del diario con los chistes o con el pronóstico del tiempo, y también puede empezar a leer el inicio de un ensayo, saltear algunas partes y centrarse en el final.
   Estas elecciones sobre qué y en qué orden leer se denominan modalidad de lectura.
   Por consiguiente, el conocimiento del tipo de texto que está leyendo y el propósito de lectura que tiene un lector determinan la modalidad de lectura que implementa (leer palabra por palabra, hojear el texto para obtener un panorama general, leer y volver a leer, etc.)
   A lo largo de la lectura, el lector va controlando su propia comprensión del  texto. Si el lector detecta dificultades en su comprensión, debe decidir qué hacer, puede seguir leyendo en espera de una aclaración, puede volver hacia atrás para ver si es necesario reformular lo que lleva entendido, puede consultar a alguna persona o algún otro texto que tenga próximo, etc.
   A través de este proceso, lo que el lector logra es representarse mentalmente lo principal del texto en relación con su propósito de lectura y con sus conocimientos previos. En realidad, es a medida que lee que va elaborando esta representación (también llamada “modelo”) sobre el significado del texto, la va haciendo más precisa y la va poniendo a prueba. Es decir, la representación del texto en el lector va modificándose a lo largo de la lectura. Esta representación mental del texto se logra a través de diversas operaciones que realiza el lector (chequea la permanencia o el cambio del tema, va armando la estructura, va relacionando el sentido de las palabras entre sí, establece relaciones hacia adelante y hacia atrás, realiza inferencias, es decir, deduce cuestiones no presentes expresamente en el texto, etc.)
   Al mismo tiempo, el lector realiza una valoración del texto: lo juzga interesante, bello, falso, etc., ubicándolo respecto de su concepción del mundo, es decir, en relación a algunos de sus conocimientos previos.
   La comprensión de un texto no es la misma para distintos lectores:
Cada lector construye una interpretación de lo leído según
sus conocimientos y según su propósito de lectura.

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